viernes, 17 de agosto de 2007

San Martín, los próceres y la Patria

Hoy, 17 de Agosto, recordamos en el día de su muerte al General Don José de San Martín, Libertador de Argentina, Chile y Perú.

Mucho se puede decir, y seguramente se dirá en periódicos, actos escolares y homenajes de todo tipo, del Padre de la Patria.

Pero estoy seguro -siempre lo estoy cuando pienso en él- que este es un buen momento para volver a pensar en el legado de semejante hombre.

Hoy alguien me leyó un poema de Borges al respecto, y lo transcribo aquí como un humilde homenaje a San Martín y a todos los patriotas que soñaron una Patria -¿esta, o tal vez una diferente?- y que seguramente pensaron en nosotros, porque “Somos el porvenir de esos varones, La justificación de aquellos muertos.”

Oda escrita en 1966

Nadie es la patria. Ni siquiera el jinete
Que, alto en el alba de una plaza desierta,
Rige un corcel de bronce por el tiempo,
Ni los otros que miran desde el mármol,
Ni los que prodigaron su bélica ceniza
Por los campos de América
O dejaron un verso o una hazaña
O la memoria de una vida cabal
En el justo ejercicio de los días.
Nadie es la patria. Ni siquiera los símbolos.

Nadie es la patria. Ni siquiera el tiempo
Cargado de batallas, de espadas y de éxodos
Y de la lenta población de regiones
Que lindan con la aurora y el ocaso,
Y de rostros que van envejeciendo
En los espejos que se empañan
Y de sufridas agonías anónimas
Que duran hasta el alba
Y de la telaraña de la lluvia
Sobre negros jardines.

La patria, amigos, es un acto perpetuo
Como el perpetuo mundo. (Si el Eterno
Espectador dejara de soñarnos
Un solo instante, nos fulminaría,
Blanco y brusco relámpago, Su olvido.)
Nadie es la patria, pero todos debemos
Ser dignos del antiguo juramento
Que prestaron aquellos caballeros
De ser lo que ignoraban, argentinos,
De ser lo que serían por el hecho
De haber jurado en esa vieja casa.
Somos el porvenir de esos varones,
La justificación de aquellos muertos;
Nuestro deber es la gloriosa carga
Que a nuestra sombra legan esas sombras
Que debemos salvar.
Nadie es la patria, pero todos lo somos.
Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante,
Ese límpido fuego misterioso.

Jorge Luis Borges

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