lunes, 22 de noviembre de 2010

Yes, o el regalo de una noche excepcional

Si, anoche fuí a ver a Yes. Tocaron acá cerquita, por primera vez. Generalmente estas cosas no pasan por estos lares, porque todo rebota en Baires y sale despedido hacia Chile o Brasil. Nunca para estos lados. Pero bueno, esta vez nos tocó a nosotros y a los cordobeses, y se les reconoció a estos 'pibes' el favor recibido: dudo que los tipos se imaginaran previamente el fervor, el entusiasmo, la emoción que despertó la inesperada visita, expresados ruidosamente por todos nosotros durante todo el concierto.

Si, fué una fiesta.

Los qué, cómo, cuándo, por qué y para qué quedarán para otro análisis, uno que no esté teñido por la emoción como lo está este.  No existe conocedor, aún los de medio pelo, que no sepa qué toca Yes en vivo, así que si, estuvieron todas las que sabíamos todos.

Personalmente me quedo con algunas impresiones. La vitalidad, la alegría y el enorme talento lleno de recursos de Steve, por ejemplo. Se comió el escenario de principio a fin y no dejó recurso por usar. Enorme, Howe. Confieso que fuí a mirarlo a él, y cómo si lo supiera, che, me dejó absolutamente extasiado y satisfecho.

El otro monstruo sagrado fué y es Chris. Esta es su banda, ¿que duda cabe? El hombre tomó la banda, se la cargó al hombro y dió cátedra de eficiencia, destreza y buen humor. Se paseó por el escenario, jugó con su/s bajo/s, posó cancheramente para las fotos y se lució tanto con su instrumento como con sus coros. Genio.

De Alan no hay mucho para decir que ya no se sepa, sólo que la solidez y la gama de recursos que el hombre tienen son francamente asombrosos. Verlo en vivo es toda una experiencia.

En cuanto a los nuevos integrantes, se puede decir que Benoit cumplió con creces: su simpatía, sencillez y, sobre todo, su registro vocal no hicieron nada a favor del recuerdo de Anderson. De buena gana nos olvidamos por el momento del bueno de Jon y le dimos todo el crédito en un par de ovaciones largas.

En cuanto a Oliver, bien. El tipo tiene un enorme talento, se nota. Lo traicionó un poco el sonido -bajo- al principio, y tal vez por eso recién promediando el concierto se lo pudo comenzar a apreciar en su magnitud. A mi no me cerró mucho, pero está bien. Veremos cómo viene la mano en el disco nuevo.

Finalmente, la música. Eterna, vigente, genial. Es difícil definir sensaciones, y este es el caso. Estamos en presencia de un clásico sin tiempo, vaya novedad.

A uno le queda la sensación de haber estado en la cocina del rock progresivo sinfónico por una noche, siendo testigo privilegiado por haber visto en acción a los que inventaron no sólo la forma de cocinarlo, sino también los ingredientes. El resultado: esta genial sensación de haber vivido uno el comienzo de aquella nueva era, el nacimiento de esta música que ya viene anunciando desde hace mucho que es eterna, y que se continúa con estos sobrevivientes.

Gracias, Yes. Ojalá vuelvan. La ovación del final, de pié, durante más de 15 minutos, seguramente les recordará que acá en el culo del mundo también escuchamos buena música.

Addenda de martes: Encontré este tubito, de un anónimo compañero de esta ruta, con el cierre del concierto. Verlo me emocionó de nuevo. Que noche...


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