Confieso que ver a Dominic Miller en vivo era poco menos que un enigma antes de la noche del jueves. El concierto era anunciado por el propio músico como un muestrario del giro en su carrera, de aquellas sutilezas acusticas de sus primeros discos a un presente más eléctrico.
Dentro del marco de su gira internacional en la que se embarcó en este 2011, este talentoso, sutil y preciso guitarrista, miembro de la banda de Sting pero que acompañó también a artístas tan disímiles como Phil Collins, Tina Turner, Peter Gabriel y Luciano Pavarotti, se presentó en el Teatro el Círculo de nuestra ciudad el pasado jueves 31 de marzo.
Sabido es que Miller es argentino de nacimiento pero radicado desde chico en Gran Bretaña. Ese recorrido de vida, sumado a su amabilidad que se observa como muy natural, hizo que a lo largo de su exquisito concierto presentara las canciones y a sus músicos acompañantes en un español totalmente comprensible, a pesar de un marcado acento.
Así fue desgranando su nuevo disco November, entremenzclado con temas de sus discos anteriores y muy buenas versiones de clásicos, desde Beatles hasta sus colaboraciones compositivas con Sting, como el archiconocido Shape of my heart. Hubo tiempo también para una versión muy personal de Bring on the night, el clásico de The Police. Todo Miller suena a experimentación, a búsqueda, a identidad, lo que se convierte a la vez en el registro de su propia identidad.
En esta gira, que lo llevará a recorrer Europa, Asia, Oceanía y América, Dominic vino con un acompañamiento de lujo: Mike Lindup -el integrante de Level 42 aportó no sólo sus buenos teclados sino una correctísima voz-, el marroquí Rhani Krija en percusión, y el excepcional Guy Pratt en bajo, tan deslumbrante, preciso, completo y virtuoso como siempre.
La técnica de Miller como intérprete, cargada de sutilezas en las cuerdas de nylon, fue igualmente sorprendente cuando arremetió con su Les Paul Custom. Guitarrista de digitación pulcra y precisa, nos deleitó con un repertorio que cumplió con aquel cometido eléctrico que mencionábamos al principio, pero sin abandonar su veta clásica.
Lo dicho: un concierto que nos produjo el deleite de estar ante músicos y disfrutando de una música que se encuentra en otro estadío, aquel en el que conviven el virtuosismo, el buen gusto, la calidad y la emoción.
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