EDITORIAL: Pan Caliente, Julio 1982.
“Hoy ser joven no tiene perdón.”
Como resultado de la guerra de las Malvinas miles de jóvenes enfrentaron muerte y mutilación en manos de mercenarios altamente especializados en el arte de matar. Que además venían equipados con los últimos adelantos las sofisticaciones más mortíferas de la floreciente industria armamentista. No es extraño que un alto jefe de la OTAN haya afirmado que el conflicto del Atlántico Sur resultaría excelente campo de pruebas para el material bélico más reciente.
Bueno se dieron el gusto. Todo ese poderío fue experimentado sobre los cuerpos de muchachos menores de veinte años que pertenecen a una generación obligada a pasar su infancia y su adolescencia en medio de otra lucha, -esta vez interna- no menos cruel, de la que eran absolutamente inocentes.
Los hijos de nuestro famoso crisol de razas derramaron en las islas su sangre de los más diversos orígenes: española, india, italiana, judía, árabe y hasta inglesa, fundiéndolas en una misma muerte Todo esto sucedió en nombre de la identidad nacional de un pueblo que a costa de esa sangre logró salvar sus contradicciones y reunirse después de mucho tiempo masivamente en dos oportunidades durante la contienda. La primera unas trescientas mil personas se agolparon el 11 de abril en Plaza de Mayo adhriendo la desición gubernamental de mandar sus hijos al frente. La segunda tuvo lugar durante la visita de Juan Pablo II, y fueron unos cuatro millones los que sumaron sus voces pidiendo una paz justa.
Tal vez como lo expresa uno de los entrevistados de este número este fenómeno se deba a que se logró poner al enemigo afuera. Ese viejo enemigo que tenemos adentro y que desde el comienzo de nuestra historia nos ha ido devorando a través de los incontables conflictos sociales, políticos y económicos. Agravados ahora por la intervención de interese de las grandes potencias que se las arreglan para librar su Tercera Guerra Mundial lejos de sus casas: Corea, Vietnam, Polonia, Afganistán y hoy Líbano. Esta vez el duro golpe nos toco a nosotros. Una vez pasada la euforia y la frustración solo queda aprovechar la lección, porque las oportunidades en estos tiempos no sobran.
Hoy los soldados comienzan a regresar del espanto. Un destino incierto los espera. Desde los kioscos un conocido semanario los saluda con un: “Muchacho ahora te queremos mas que antes”. Suena como una burla cruel de parte de ese periodismo que ya ha comenzado a recibir el repudio de la gente desengañada. Porque si algo les falto a esos chicos fue el amor. Además de justicia y libertad. Si esos valores no se recuperan, los jóvenes terminarán por pensar que en realidad no existen.
Tal vez hubiera sido mas justo que les dijeran "¿Para qué te queremos ahora?” Esa es una pregunta que bien podrían hacerse todos aquellos que posean a partir de este momento poder sobre sus destinos. Llámense políticos, ideólogos, militares, maestros Para que tengan presente cada cadáver, cada herida, en el momento de decidir.
Jorge Pistocchi
Pan Caliente, Julio 1982.
(Recuperado por Jorge Senno el 1 de abril de 2010 y compartido en SiempreRockeros. Muchas gracias, Jorge)
1 comentario:
Un maestro Pistocchi, generador del glorioso Expreso Imaginario, que manera de abrir cabezas. Muy buen rescate.
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