Ante la muerte de Richard Wright me encontré pensando en Floyd y sintiendo lo mismo que cada vez que llego al final de "Dark Side of the Moon".
Es decir, me invade cierta tristeza porque se acaba, se termina inexorablemente, y no quiero que termine, quiero que siga en una larga pista infinita. Porque volver a comenzar no es lo mismo que continuar para siempre. Es otra cosa.
Porque "Dark Side..." no es música de instrumentos, acordes, voces y palabras: es un compilado de como suena este mundo. Carl Sagan hizo mal en mandar un disco de oro en la Voyager: debería haber puesto simplemente este disco, y todo el universo sabría de qué estamos hablando.
La muerte de Wright nos dice que se terminó. Que se puede poner el disco de nuevo y escuchar lo que hay, pero hacia adelante -utopía, le dicen- la pista infinita se cortó.
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