Hoy Córdoba amaneció nevada, en pleno Noviembre. Hace un par de meses granizo del tamaño de limones azotó a Buenos Aires, fenómeno que se repitió hace un par de días nada más en nuestra ciudad de Rosario.
Aquí, tanto los destrozos como el impacto social fueron enormes, porque jamás había sucedido algo por el estilo. Por regla general, como en Argentina "nunca pasa nada" -no hay terremotos, no hay huracanes, no hay maremotos ni ninguna otra catástrofe de las que suelen cambiarle la vida a multitudes en un segundo por otros lares-, las previsiones y alertas nunca llegaron o llegaron tarde. El resultado de esto fue que los vidrios muy baratos, las persianas de plástico y los cables aereos pasaron factura todos juntos y estallaron en pedazos todos al mismo tiempo en el término de 10 minutos.
En realidad sí hubo una alerta, y según el Servicio Meteorológico la baja presión debería haber alertado mucho más porque preanunciaba la pedrada, pero todo esto fueron especulaciones del día después.
Recordé de la película "El día después de mañana", en donde nieve en India y granizo en Japón preanuncian el desastre que vendría después. Si despojamos de la cuestión comercial, espectacular y abrupta al fenómeno que se describe en la película, podríamos compararlo con lo que está sucediendo en estas horas por estos pagos.
El mejor análisis, a nuestro humilde entender, de lo que sucedió en Rosario el miércoles lo hizo un ciudadano común en uno de los medios locales, rodeado de ramas caídas, vidros rotos y con piedras de hielo del tamaño de pelotas de golf en una mano : "Ahora no me vengan a decir que lo del calentameinto global no es cierto".
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