Anoche vi en A&E el recital de Peter Gabriel en Milan (2003). Que placer.
Acompañado una vez más por David Rodhes y el inoxidable Tony Levin (¿cuantos años tenía cuando tocó con Lennon? ¿Quince? ¡Parece que no envejeciera!), geniales como siempre.
Quizás haya extrañado un poco a Manu Katche, porque faltó algo de energía en la percusión, aunque me dió la impresión de que Peter estaba buscando algo diferente y más intimista, diferente al concierto en Módena de 1993 (origen del disco y video de Secret World). Faltó Paula, también.
Cantando cabeza abajo Growing Up o dentro de una bola saltarina, casi de cristal; reinventando el eterno Here Comes de Flood o deleitándonos una vez más con Salsbury Hills, el gran Maestre vuelve a mostrarse sin querer demostrar, emocionando hasta las lágrimas y diciendo una vez más que cierto cambio es posible. Lo dice desde sus letras, su música, y en el particular y brillante tratamiento visual de sus espectáculos.
Sonó ajustado, simple, dulce, intimista, de enorme calidad y calidez. Toda una Sinfónía multimedia para amar.
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